Colaboración: Karla Gutiérrez
Luego de visitar el colorido mercado artesanal de Santiago Atitlán, en el que abundan las obras de los lugareños (quienes poseen vastos talentos, que afloran por medio de las esculturas en madera, bordados, pinturas y bisutería), no hay nada mejor que un paseo por el bello Lago, a bordo de un cayuco.
En estas rústicas pero llamativas
embarcaciones locales, los visitantes pueden transportarse tranquila y
relajadamente hacia el sitio arqueológico Chuitinamit, mientras, inclusive,
interactúan con los locales encargados de remar, quienes amablemente muestran
su arte y comparten las leyendas existentes en torno al enigmático cuerpo
lacustre.
Luego de desembarcar, es preciso
transitar por un sendero que conduce
hacia el cerro en el que se pueden
apreciar los vestigios de la ciudad que los antepasados de los actuales
habitantes (Tzutujiles) dejaron como evidencia de sus costumbres, rituales y
creencias.
Con gran respeto y con muchas ganas de compartir su cultura con
los turistas, los nativos cuidan y explican cada uno de los monumentos y
montículos presentes en el lugar. Entre ellos se pueden apreciar los rostros de
algunas deidades, tallados en piedra; restos de vasijas y herramientas de
obsidiana, y un calendario, así como la
ruina de lo que se presume sería el palacio de uno de sus últimos gobernantes.
Este sitio, rodeado de una extensa
vegetación, es ideal para aquellos que desean escapar del estrés y el bullicio
de la urbe, pues propicia la relajación, el esparcimiento y la convivencia con
plantas y animales de diferentes especies, como las ardillas, que pueden
apreciarse desde cerca, mientras saltan entre los árboles frutales.
Cabe mencionar que desde ese sitio se
puede apreciar la enorme magnitud del Lago, pues por su ubicación permite
observar toda la maravilla y encanto que
envuelven a esta belleza natural y sus
alrededores.
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